Imagínate a ti mismo agachándote, limando, tirando y resolviendo, las trayectorias son conocidas, la posición es familiar, la trampa se conoce, el retruque se prevé. Imagínate que aún no has tirado pero ves como ya has tirado, imagínate la cadencia de tu limaje, los cálculos ya están hechos, la llegada es fácil. Pero duda, hay algo ajeno a todo esto. El partido es complicado, el rival muy duro, hay gente con ansiedad alrededor que me transmite ansiedad. El rival está deseando que falle, yo tengo dudas. LA FALLARÉ. El rival está temeroso, yo lo tengo claro, ACERTARÉ.
Y, no obstante, todo esto debería desaparecer. No hay más rival que uno mismo y un segundo que son las bolas. Todo lo demás no cuenta, pues todo lo demás no puede ni hará nada en ese momento. Todo lo que suceda en los siguientes segundos es cosa mía. Así que vuelve a pre visualizar, vuelve a imaginar, que te has quedado tú solo con las bolas sobre una mesa. Nada más hay. Y así estás: solo tú y las bolas en una mesa. Hasta las luces externas se vuelven tenuas.
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